En el año 54 d.C., el emperador romano Claudio tuvo un sueño que lo dejó muy preocupado. En el sueño, Claudio estaba en una nave que navegaba por un río. A medida que avanzaba, el río se hacía más estrecho y más peligroso, y Claudio se preocupó cada vez más por su seguridad.
Cuando se despertó, Claudio no podía dejar de pensar en el sueño y en lo que podría significar. Llamó a sus astrólogos y adivinos para que lo ayudaran a interpretar el sueño, pero ninguno de ellos pudo darle una respuesta satisfactoria.
Finalmente, Claudio llamó a un esclavo llamado Aniceto, quien era conocido por su habilidad para interpretar sueños. Aniceto le dijo a Claudio que el sueño era una advertencia de que alguien cercano a él planeaba hacerle daño. Le advirtió que tuviera cuidado con sus amigos y confidentes, ya que uno de ellos podría estar planeando traicionarlo.